La tragedia de Imam Husain: El relato del martirio de Al-Husain (AS) (Parte 6)

Lo que sigue es parte del libro La tragedia de Imam Husain Del libro “Kitab al Irshad” escrito por Sheij Al-Mufid .

La tragedia de Imam Husain: El relato del martirio de Al-Husain (AS) (Parte 6)

‘Ubaydullah rápidamente entró al palacio y cerró las puertas.

Abdullah ibn Hazim reportó:

Por Dios, yo era el mensajero de Ibn ‘Aqil en el palacio paraver lo que le hacían a Hani’. Cuando él fue golpeado y encarcelado yo monté mi caballo y fui el primero en entrar a la casa para llevar la información acerca de él a Muslim ibn‘Aqil. Allí las mujeres de Murad se habían reunido y esta bangritando: “¡Oh lágrimas de pena por él!, ¡oh qué luto porél!

”Entré a ver a Muslim y le di las noticias de Hani’. Él me ordenó que convocara a los que lo apoyaban. Las casas alrededor estaban llenas de ellos: había allí 4.000 hombres. Les dijo a sus mensajeros que gritaran: “¡Oh victoriosos, matad!”. Así que grité: “¡Oh victoriosos, matad!”. Entonces loshabitantes de Qufah se reunieron ante él. Muslim, que Dios tenga misericordia de él, nombró líderes sobre los grupos,sobre las tribus de Kinda, Madhiy, Tamim, Asad, Mudar y Hamdan. Las gentes habían respondido al llamado y se reunieron, excepto por unos cuantos que se demoraron, así que la mezquita y el mercado estaban llenos de gente. Estuvieronllenos de entusiasmo hasta la noche.

La situación de ‘Ubaydullah era oscura. Toda su energía estaba concentrada en guardar la puerta, ya que él sólo tenía 30 miembros de su escolta con él en el palacio, 20 nobles del pueblo y su familia y comitiva. Los nobles que no habían estado con él empezaron a acudir a él por la puerta que comunicaba con el edificio de los Romanos. Entonces aquellos delos nobles que estaban con Ibn Ziyad empezaron a mirar hacia abajo a las gentes que estaban afuera. Estos los vieron yles arrojaron piedras y maldecían e insultaban a ‘Ubaydullahy a su padre. Ibn Ziyad mandó llamar a Kathir ibn Shihab y leordenó que saliera entre los de Madhiy que le obedecían y que anduviera por Qufah e hiciera que las gentes desertarana Ibn ‘Aqil. Él debía hacerles temer la posibilidad de guerra y amenazarlos con el castigo de las autoridades. Luego ordenó a Muhammad ibn Al-Ash’ath que saliera entre los de Kinday Hadramut que lo obedecían. Debía izar un estandarte que garantizase seguridad a las gentes que se pusieran bajo él. Le dio instrucciones similares a Al-Qi’qa’ Adh-Dhuhli, Shabath ibn Rib’i At-Tamimi, Hayyar ibn Abyar Al’lyli y Shimribn Dhil-Yawshan Al-Amiri. Él se quedó con el resto de los nobles del pueblo, y no deseaba prescindir de ellos dado el pequeño número de personas que estaban con él.

Kathir ibn Shihab salió y empezó a hacer que las gentes abandonaran a Muslim. Muhammad ibn Al-Ash’ath salió y caminó hasta llegar a las casas de los Bani ‘Umara. Ibn ‘Aqil envió a Abderrahman ibn Shurayh Ash-Shibami a Muhammad ibn Al-Ash’ath desde la mezquita. Cuando Muhammad ibn Al-Ash’athvio el gran número de los que venían con Muslim, se que dódonde estaba. Entonces él, y Kathir ibn Shihab, Al-Qi’qa’ ibn Shawr Adh-Dhuhli y Shabath ibn Rib’i empezaron a hacer que las gentes se retractaran de su fuerte adhesión a Muslim, haciéndolos temer a las autoridades, así que un gran númerode sus compañeros de tribu y otros se reunieron alrededor deellos y fueron a ver a Ibn Ziyad a través de la casa de los Romanos. Los hombres de las tribus entraron con ellos.

– Que Dios dé prosperidad al gobernador -dijo Kathir ibnShihab- tú tienes contigo a muchos de los nobles del pueblo, así como a tu escolta, familia y sirvientes. Salgamos contra ellos.

‘Ubaydullah se negó pero le dio un estandarte a Shabath ibn Rib’i y éste salió. Las gentes con Ibn ‘Aqil seguían siendo numerosas al caer la noche.

La situación de ‘Ubaydullah se fortaleció. Envió a por los nobles y los congregó. Ellos subieron al tejado para mirar alas gentes. Ofrecieron más dinero y tratamiento gentil a los que obedecieran y atemorizaron a los desobedientes con amenazas de confiscación de bienes y castigos. Ellos les dijeronque el ejército de Siria venia en camino contra ellos. Uno deellos dijo:

– ¡Oh gentes!, quedaos con vuestras familias. No os lancéis a las malas acciones. No os expongáis a la muerte. Estos son los soldados del Comandante de los Creyentes, Yazid, que se acercan. El gobernador ha prometido a Diosque si persistís en combatido y no os vais cuando se hagade noche, él quitará a vuestros hijos su pensión y dispersará a vuestros soldados en campañas en Siria. Él hará a los saludables de vosotros responsables por los enfermos, y a los presentes responsables por los ausentes hasta que no quede ninguna de estas gentes rebeldes que no hayaprobado las malas consecuencias de lo que sus manos ganaron.

Los otros nobles hablaron de manera similar. Después de que las gentes oyeron lo que ellos tenían que decir, empezaron adispersarse. Las mujeres empezaron a ir a ver a sus hermanos y sus hijos diciendo: “Idos, las gentes serán suficientessin vosotros”. Los hombres iban a ver a sus hijos y sus hermanos diciendo: “Mañana los sirios vendrán contra vosotros. ¿Que estáis haciendo? ¿Causando guerra y maldad? ¡Retiraos!” Así, los hombres eran llevados o se iban. Ellos siguieron dispersándose de tal manera que cuando anocheció y Muslim ibn ‘Aqil rezaba en la mezquita, sólo tenia 30 hombres con él. Cuando vio que era de noche y que sólotenia ese grupo consigo, salió de la mezquita y se encaminó alas puertas de Kinda. Llegó a las puertas con sólo diez de los que quedaban con él. Cuando dejó la puerta, no había nadiecon él para guiarlo. Miró alrededor pero no pudo ver a nadie que lo guiase por el camino, que le mostrase como llegara su casa ni le diera apoyo personal si un enemigo aparecíaante él.

Vagó por las calles de Qufah sin saber a dónde iba hasta que llegó a las casas de los Bani Yabala de Kinda. Siguió hasta que llegó a una puerta ante la cual estaba una mujer llamada Taw’a. Ella había sido una esposa esclava de Al-Ash’ath ibn Qays y él le había dado la libertad. Ella se había casa doluego con Usayd Al-Hadrami y le había dado un hijo llamado Bilal. Bilal se había ido con las gentes y su madre estabaparada ante la puerta esperándolo.

Ibn ‘Aqil la saludó y ella devolvió el saludo.

– Sierva de Dios, dame agua para beber -le pidió él-.

Ella le dio agua y él se sentó. Luego ella se llevó el recipiente para adentro y luego salió otra vez.

– Siervo de Dios, ¿no bebiste ya?

-preguntó ella-.- Sí -fue la respuesta-.

– Entonces vete con tu gente -dijo ella-.

Pero él estaba callado. Ella lo repitió pero él seguía callado. A la tercera vez ella dijo:

– ¡Gloria a Dios!, siervo de Dios, levántate, que Dios te dé salud y vete con tus gentes ya que no es correcto que tesientes ante mí puerta y yo no te permita hacerlo.

A esto él se levanto y dijo:

– Sierva de Dios, yo no tengo casa ni clan en este pueblo. ¿Podrías mostrarme un poco de generosidad y bondad? Tal vez yo pueda recompensártelo después.

– ¿Qué es, siervo de Dios? -dijo ella-.

– Yo soy Muslim ibn ‘Aqil -replicó-. Estas gentes me hanmentido, me incitaron a la acción y luego me abandonaron.

– Tú eres Muslim -repitió ella-.

– Si -respondió él-.

– Entra -dijo ella-

Lo llevó a un cuarto de la casa, pero no al cuarto que ella usaba. Extendió un tapete ante él y le ofreció cena pero él nopudo comer.

Pronto regresó el hijo de ella. Él la vio ir y venir frecuentemente entre los cuartos y exclamó:

– Por Dios, el número de veces que has entrado y salido deese cuarto esta noche me hace sospechar que tienes algo importante allí.

– Olvídate de esto, hijito mío -contestó ella-.

– ¡Por Dios!, dime -replicó él-.- Sigue con tu propio asunto y no me preguntes nada -contestó ella-.

Sin embargo él insistió hasta que ella dijo:

– Hijito, no le cuentes a las gentes nada de lo que te voy adecir.

“Seguro”, respondió él, y ella lo hizo que jurara. Cuando éljuro no contarlo, ella le dijo. Él se fue a dormir sin decir nada.

Después de que las gentes desertaron de Muslim ibn ‘Aqil, pasó largo tiempo sin que Ibn Ziyad oyera las voces de los que apoyaban a Ibn ‘Aqil como las había oído antes. Les dijoa sus gentes que miraran hacia abajo si podían ver a algunode ellos. Se asomaron y no vieron a nadie. Entonces él les dijo que vieran si ellos estaban a la sombra acechándolos. Quitaron las cubiertas de bambú del techo de la mezquita y empezaron a bajar las antorchas que tenían en sus manospara mirar. A veces las antorchas les daban luz y otras nodaban tanta luz como ellos quisieran. Bajaron las antorchas y pedazos de caña con tela y cuerda encendidas hasta que llegaron al suelo. Hicieron esto en los lugares más oscurosasí como en aquellas partes que estaban más cerca, y entreambas. Cuando vieron que no había nada, informaron a Ibn Ziyad que las gentes se habían dispersado.

Entonces él abrió el corredor que iba hacia la mezquita. Salió y subió al pulpito. Sus seguidores habían salido con él. Les dijo que se sentaran un rato antes de la oración de la noche. Ordeno a ‘Amr ibn Nafi’ que proclamara que no habría garantía de seguridad para ningún hombre de su escolta, ni de los principales que lo apoyaban y luchaban, que rezara la oración de la noche en cualquiera otra parte queno fuera la mezquita. No pasó una hora antes de que la mezquita estuviera llena de gente. Después de ordenar a su almuecín que hiciera el llamado a la oración, se levanto a rezar. Su escolta se levantó tras él ya que les dijo que lo cuidaran contra cualquiera que entrara para tratar de asesinarlo.

Relacionado: La tragedia de Imam Husain: El relato del martirio de Al-Husain (AS) (Parte 5)
Después de rezar con las gentes, subió al pulpito. Cuando hubo alabado y glorificado a Dios, dijo:

– Ibn ‘Aqil, hombre estúpido e ignorante como es él, ha intentado la oposición y rebelión que habéis visto. No habrá seguridad de Dios para el hombre en cuya casa lo hallemos. Temed a Dios, vosotros siervos de Dios, y manteneos obedientes a vuestro juramento de fidelidad. No hagáis algo que pueda estar contra vosotros mismos. Husain ibn Numayr, tu madre te perderá si se abre cualquiera delas puertas de las calles de Qufah o si este hombre se escapa y tú no me lo traes. Te doy autoridad sobre las casas de los habitantes de Qufah. Envía vigías para que inspeccionen a las gentes en los caminos. Mañana por la mañana evacua a las gentes de las casas para registrar las minuciosamente para que me traigas a este hombre.

Al-Husain ibn Numayr estaba a cargo de la escolta y era de Bani Tamim. Después de esto, Ibn Ziyad regresó al palacio. Le dio su estandarte a ‘Amr ibn Hurayth y lo puso a cargo dela gente. En la mañana dio una audiencia pública y concedió permiso a las gentes para que acudieran a él. Muhammad ibn Al-Ash’ath se acercó.

– Bienvenido sea aquél cuya lealtad está por encima de cualquier sospecha -le dijo, y lo hizo sentarse a su lado-.

Esa misma mañana, el hijo de la anciana fue a ver a Abderrahman ibn Muhammad ibn Al-Ash’ath y le contó que Muslim ibn ‘Aqil estaba alojado en casa de su madre. Abderrahman fue a ver a su padre que estaba con Ibn Ziyad. Él fue a verlo e Ibn Ziyad conoció su secreto.

“Levántate y tráemelo inmediatamente”, dijo Ibn Ziyad a Muhammad ibn Al-Ash’ath picándole el costado con un bastón. Él envió a ‘Amr ibn Ubaydullah (1) ibn ‘Abbas As-Sulamicon él, junto con 70 hombres del grupo tribal de Qays.

Ellos fueron a la casa donde estaba Muslim ibn ‘Aqil. Cuando éste oyó el ruido de los cascos de los caballos y las voces de los hombres, supo que era a por él que ellos venían. Salió contra ellos con su espada desenvainada cuando ellos se lanzaban ciegamente contra la casa. Cayó sobre ellos y los golpeó con su espada tanto que los ahuyentó de la casa. Ellos repitieron el ataque, y Muslim contraatacó de la misma manera. Él y Bakr ibn Humran Al-Ahmari intercambiaron golpes y Bakr hirió a Muslim en la boca, cortándole el labio superior y rasgando hacía abajo el labio inferior hasta romper dos desus dientes. Muslim le descargó un terrible golpe en la cabeza y lo repitió, cortándole un nervio del hombro con un tajoque casi llegó hasta su estómago. Cuando las gentes vieroneso, subieron a los tejados de sus casas y miraban a Muslim desde allí, y empezaron a arrojarle piedras y a encender cañas de madera con lumbre y a aventárselas desde los tejadosdé las casas. Cuando él vio eso, salió contra ellos a la callecon su espada en mano.

– Te doy mi garantía de seguridad -dijo Muhammad ibn Al-Ash’ath- no te mates.

Pero él continuaba peleando contra ellos diciendo:

– Juro por Dios que solo seré matado como hombre libre, aunque vea a la muerte como algo horrible, o aunque ella haga al frió parecer amargo calor y para siempre desvíelos rayos del sol. Todo hombre un mal algún día hallará, y me temo que yo seré engañado y burlado.

– Tu no serás engañado, burlado ni traicionado. -replicó Ibn Al-Ash’ath- Estas gentes, los Omeyas, son tus primos yellos no pelearán contra ti ni te atacarán

Él (Muslim) había sido herido por las piedras y estaba fatigado por la pelea. Estaba sin aliento y reposaba su espada contra la pared de esa casa. Ibn Al-Ash’ath le repitió la oferta de seguridad.

– ¿Me garantizas seguridad? -preguntó Muslim-

– Sí -contestó y les dijo a las gentes que estaban con él- Éltiene mi garantía de seguridad.

– Sí -contestó la gente excepto ‘Amr ibn ‘Ubaydullah ibn Al-Abbas As-Sulami-

– Yo no tengo ni camello ni camella en esto -dijo él y se hizoa un lado-

– Si tú no me garantizas seguridad -declaró Muslim- yo no pondré mi mano sobre la tuya.

Trajeron una mula y Muslim fue puesto sobre ella. Ellos sereunieron a su alrededor y le quitaron su espada. (Muslim) estaba entonces des esperado por su vida u sus ojos se llenaron de lágrimas.

– Esta es la primera traición -dijo-

– Espero que no te pase nada malo -dijo Muhammad Al-Ash’ath-.

– ¿Es sólo una esperanza? -replicó (Muslim) mientras lloraba- ¿dónde está entonces tu garantía de seguridad?. Cier-tamente pertenecemos a Dios y hacia Él regresamos.

– El que ha buscado la vida que tú has buscado no debería llorar cuando le sucede lo que te ha sucedido -le dijo burlonamente ‘Amr ibn ‘Ubaydullah ibn Al-‘Abbas-

– Yo no lloraría por mi -contestó él- ni siquiera lamentaríami propia muerte, aun cuando no tengo el menor deseo deser destruido. Pero estoy llorando por mi familia, los cuales vienen detrás de mí. Lloro por Al-Husain y la Familia de Al-Husain (AS). Entonces se acercó a Muhammad ibn Al-Ash’ath y dijo:

– ¡Oh siervo de Dios!. Por Dios, veo que tú no eres capaz de concederme una garantía de seguridad. Sin embargo, ¿tendrías la bondad de enviar a uno de tus hombres conmi mensaje para que este llegue a Al-Husain?. Porque no tengo duda de que él ya está en camino hacia vosotros, oestá por salir con su Familia. Este mensajero podría decirle: “Ibn ‘Aqil me envió a verte. Él está prisionero en manosde las gentes y no espera ver la noche antes de ser matado; y dice: ‘¡Que mi padre y mi madre sean tus rehenes!.Regresa con tu Familia y no dejes que los habitantes de Qufah te tienten, ya que ellos fueron los seguidores de tupadre y él quiso dejarlos aun cuando fuera a través de la muerte y ser asesinado. Los habitantes de Qufah te mintieron. Un mentiroso no tiene razonamiento’”.

– Por Dios, haré eso -replicó Ibn Al-Ash’ath- e informaré a Ibn Ziyad que te he dado una garantía de seguridad.

Ibn Al-Ash’ath fue con Ibn ‘Aqil a la puerta del palacio ypidió permiso para entrar. Le fue concedido el permiso y entró a ver a Ibn Ziyad. Él le hizo un reporte de Ibn ‘Aqil y del golpe de Bakr contra él, y acerca de su propia garantía deseguridad que le dio.

– ¿Qué es esto acerca de una garantía de seguridad dadapor ti, -demandó ‘Ubaydullah- como si te hubiéramos envia-do a garantizarle seguridad siendo que sólo te enviamos atraerlo?.

Ibn Al-Ash’ath se quedó callado.

Mientras Ibn ‘Aqil permanecía a la puerta del palacio su sedse volvió severa. A la puerta del palacio habían gentes sentadas esperando el permiso para entrar. Entre ellos estaba ‘Umara ibn ‘Uqba ibn Abu Mu’ayt, ‘Amr ibn Hurayth, Mus-lim ibn ‘Amr y Kath”ir ibn Shihab. Había una jarra de aguafría en el umbral.

– Mira qué fría está -dijo Muslim ibn ‘Amr- pero, por Dios,tú no probarás ni una gota de ella hasta que pruebes elfuego del Infierno.

Nota:

1-18 ‘Amr proporcionado por At-Tabari, II, 263.

Fuente: es.shafaqna.com