Lo que sigue es parte del libro La tragedia de Imam Husain Del libro “Kitab al Irshad” escrito por Sheij Al-Mufid .
Él quedó callado y esperó hasta el amanecer. Entonces ordenó a sus pajes y sirvientes que consiguieran mucha agua paradar a beber a la gente y más para el viaje. Ellos se pusieronen marcha una vez más y siguieron hacia Zubala. Las noticias acerca de Abdullah ibn Yuqtur llegaron a él. Sacó unescrito y leyó lo siguiente:
“En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso.
Nos han llegado las noticias de los horribles asesinatos cometidos contra Muslim ibn ‘Aqil, Hani’ ibn ‘Urway Abdullah ibn Yuqtur. Nuestros shi’as nos han desertado. Aquellos de vosotros que prefieran dejamos, pu-den irse libremente sin culpa alguna”.
Las gentes empezaron a dispersarse a la derecha y a la izquierda hasta que quedaron con él solamente aquellos seguidores que habían venido con él desde Medina y un grupo pequeño de los que se habían unido a él. Al-Husain habíah echo eso porque se había dado cuenta que los árabes que lo habían seguido lo habían hecho solamente porque ellos creían que él iba a un país donde la obediencia de sus habitantes a él ya había sido establecida, y ellos no querían acompañarlo sin estar plenamente enterados de a lo que iban.
A la hora de la aurora, ordenó a sus seguidores que se proveyesen de agua y con cantidades extra de ella. Entonces ellos se pusieron en marcha hasta pasar Batn Al Aqaba. Se detuvo allí y se encontró con un jeque de los Bani‘Ikrima llamado‘Amr ibn Lawdhan.
– ¿A dónde os dirigís? -preguntó él-.
– A Qufah -respondió Al-Husain (P)-.
– Te imploro ante Dios -exhortó el jeque- ¿por qué vas allí? Tú no llagarás allí a otra cosa que a la punta de las lanzas y los filos de las espadas. Si los que te mandaron llamar fueran suficientes para apoyarte en la batalla y hubieran preparado el lugar para ti, entonces esa sería una decisión sabia. Sin embargo, a la luz de la situación como hasido descrita yo no creo que debas ir.
– Siervo de Dios -contestó él-. Las decisiones sabias no están ocultas para mí. Sin embargo las órdenes de Dios, el Altísimo, no pueden ser resistidas. ¡Por Dios!, mis enemigos no me dejarán sino hasta que hayan roto el corazón mismo desde las profundidades de mis entrañas. Si elloshacen eso, Dios hará que sean dominados y humillados hasta que lleguen a ser la más humillada de las faccionesentre las naciones.
Él (P) siguió de Batn Al-Aqaba hasta que se detuvo en Sharaf para pernoctar. Al amanecer ordenó a sus sirvientes que consiguieran agua y más cosas para el viaje. Entonces continuóde allí hasta el mediodía. Mientras iba viajando, uno de susseguidores exclamó:
– ¡Dios es Grande! (Allahu Akbar).
– ¡Dios es Grande! -respondió Al-Husain (P)-…
y preguntó:
-¿Por qué dijiste Dios es Grande?
– Vi palmeras -contestó el hombre-.
– Éste es un lugar en el que nunca se vé una palmera -indicó otro de sus seguidores-.
– ¿Qué creéis que sea entonces? -preguntó Al-Husain (P)-.
– Creemos que son (lanzas) orejas de caballos -contestaron ellos-.
– Por Dios, eso creo yo -declaró él (P)-.
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Luego dijo:
– Entonces, para poder enfrentarlos en una sola dirección (es decir, para no ser rodeados por ellos), deberíamos ponera nuestra espalda cualquier lugar de refugio que podamos hallar.
– Sí -le dijimos (1)- Allá está Dhu Husam, arriba a tu izquierda. Si llegas allí antes que ellos, será justo la posición que quieres.
Así que él viró hacia allá y fuimos con él en esa dirección. Antes incluso de que hubiéramos tenido tiempo para cambiarde dirección, la vanguardia de la caballería apareció frentea nosotros y pudimos verlos claramente. Dejamos el camino y cuando ellos vieron que nos habíamos movido hacia fueradel camino, también se salieron caminando hacia nosotros. Sus lanzas se veían como ramas de palmera desprovistas de hojas y sus estandartes eran como alas de aves. Al-Husain ordenó que las tiendas fueran erigidas y así se hizo. Las gentes llegaron: eran cerca de 1.000 jinetes bajo el mando de Al-Hurr ibn Yazid (Ar-Riyahi) At-Tamimi. Fue durante el calor del mediodía que él y su caballería se pararon mirando a Al-Husain (P), y sus seguidores vestían todos turbantes y llevaban espadas, listos para pelear.
– Proporcionad agua a estas gentes; que sacien su sed, y dad de beber a sus caballos poco a poco -ordenó Al-Husain (P) a sus sirvientes-.
Ellos lo hicieron y empezaron a llenar sus tazones y vasos ylos llevaron a los caballos. Cuando un caballo había bebidotres o cuatro o cinco tragos, le quitaban el agua y le daban aotro caballo hasta que a todos les fue dado de beber.
‘Ali ibn At-Ta’an Al-Muharibi reportó:
Yo estaba con Al-Hurr ese día, entre los últimos de sus seguidores que llegaron. Cuando Al-Husain (P) vio qué sedientos estábamos yo y mi caballo, dijo: “Haz que tu animal se arrodille. Primo, haz que tu camello se arrodille”. Así se hizo.Entonces él dijo: “Bebe”. Yo lo hice, pero cuando bebía, elagua se fugaba de mi odre. “Dobla tu odre” dijo Al-Husain.
Yo no sabía como hacerlo. Él se levantó hacia mí y lo doblóen la posición adecuada para beber. Entonces bebí y le di debeber a mi animal.
Al-Hurr ibn Yazid había venido de Al-Qadisiyya. ‘Ubaydullah había enviado a Husain ibn Numayr y le había ordenado que tomara su posición en Al-Qadisiyya. Entonces, Al-Hurr fue enviado por delante con 1.000 hombres para encontrar a Al-Husain (P). Al-Hurr permaneció estacionado frente a Al-Husain (P) hasta que se acercó la hora de la oración del mediodía. Al-Husain (P) ordenó a Al-Hayyay ibn Masruq que hiciese la llamada ala oración. Cuando iba a ser dada la segunda llamada que precede inmediatamente a la oración (iqama), Al-Husain salió ante la gente vestido con una tela alrededor de la cintura, un manto y un par de sandalias. Alabó y glorificó a Dios, y luego dijo:
– ¡Oh gentes!, yo no acudí a vosotros sino hasta que vuestras cartas llegaron a mí, y ellas me fueran llevadas por vuestros mensajeros diciendo. ‘Ven a nosotros ya que notenemos Imam. Que Dios nos una, por tu mediación, bajola Guía y la Verdad’. Ya que ésa era vuestra opinión, yovine a vosotros. Por lo tanto dadme lo que me asegurasteis en vuestros pactos y testimonios jurados. Si no lo queréishacer, y sentís aversión a llegada, yo os dejaré y regresaréal lugar de donde vine”.
Ellos estaban callados ante él. Ninguno de ellos do una palabra.
– Recita la iqama -dijo al almuecín, y éste la recitó-.
– ¿Quieres conducir la oración para tus seguidores? -le preguntó a Al-Hurr ibn Yazid.
– No -contestó él- pero reza tú y nosotros te seguiremos enla oración.
Al-Husain (P) rezó al frente de ellos. Entonces regresó a sutienda y sus seguidores se reunieron alrededor suyo. Al-Hurr regresó al lugar donde había posicionado a sus hombres y entró a una tienda que había sido erigida para él. Un grupo de sus seguidores se congregó alrededor suyo mientras el resto regresaron a sus filas. Cada uno de ellos sostenía las riendasde su cabalgadura y estaba sentado a la sombra del animal.
Al la hora para la oración de la tarde, Al-Husain (P) ordenóa sus seguidores que se prepararan para partir. Entonces ordenó que hicieran la llamada a la oración, y la llamadapara la oración de ‘asr fue hecha, así como la iqama. Al-Husain (P) se encaminó al frente, se paró allí y rezó. Luego dijo las salutaciones finales de la oración y volteó hacia ellos (los hombres de Hurr). Alabó y glorificó a Dios y dijo:
– ¡Oh gentes!, si teméis a Dios y reconocéis los derechos de quienes tienen derecho, Dios estará más satisfecho convosotros. Nosotros somos la Familia de Muhammad (PBd) y como tales tenemos más derecho a la autoridad que esos advenedizos que reclaman lo que no les pertenece. Ellos han traído la tiranía y la discordia entre vosotros. Sí nos rechazáis porque os desagradamos o porque no conocéis nuestros derechos y vuestra opinión ha cambiado ahora desde lo que vino a nosotros en vuestras cartas y en lo que trajeron vuestros mensajeros, entonces os dejaré.
– ¡Por Dios! -declaró Al-Hurr- yo no sé nada de esas cartasni de esos mensajeros que mencionas.
Al-Husain (P) dijo a uno de sus seguidores:
– ‘Uqba ibn Sim’an, saca los dos costales en los que seguardan las cartas que me llegaron.
Él sacó los dos costales que estaban llenos de documentos y fueron puestos ante Hurr.
– Nosotros no estamos entre los que te escribieron estas cartas -dijo Al-Hurr- y nos fue ordenado que cuando te encontrásemos no te dejásemos sino hasta haberte llevado a Qufah ante ‘Ubaydullah.
– La muerte llegará a ti antes de que eso suceda -le dijo Al-Husain (P)-.
Entonces ordenó a sus seguidores:
– Levantaos y montad sobre vuestros animales
Ellos montaron y esperaron hasta que sus mujeres se hubieran subido.
– ¡Partid! -ordenó él (P) a sus seguidores-.
Cuando ellos se disponían a partir, los hombres de Al-Hurr sepusieron entre ellos y la dirección a donde iban.
– Que Dios prive a tu madre de su hijo -dijo Al-Husain (P) a Al-Hurr- ¿qué quieres?.
– Si cualquiera de los árabes que no seas tú, me dijera eso-contestó Al-Hurr- aun cuando estuviera en la misma situación tuya, yo no lo dejaría sin mencionar que su madre seviera privada de él, quienquiera que él fuera. Pero, por Dios, no hay manera de que yo mencione a tu madre sinque sea para decir las mejores cosas posibles.
– ¿Qué quieres? -demandó Al-Husain (P)-.
– Quiero ir contigo ante el gobernador ‘Ubaydullah -repli-có él-.
– Entonces, por Dios, yo no te seguiré -dijo Al-Husain-.
– Entonces, por Dios, yo no te dejaré ir a ninguna otraparte -le respondió-.
Estas frases fueron repetidas tres veces, y cuando la conver-sación se estaba volviendo más acalorada, Al-Hurr dijo:
– No me ha sido ordenado que luche contra ti. Sólo tengo órdenes de que no te deje sino hasta que llegue contigo a Qufah. Si te niegas a ello, entonces toma cualquier caminoque no te conduzca a Qufah ni te lleve de regreso a Medina, y que eso sea un compromiso entre nosotros mientras yo escribo al gobernador ‘Ubaydullah. Quizás Dios haga que pase algo que me releve de tener que hacer algo contra ti. Así que toma este camino aquí y dobla hada la izquierda, a Al ‘Udhayb y Al-Qadisiyya.
Al-Husain (P) partió y Al-Hurr, con sus seguidores, también se puso en camino viajando cerca de él, mientras Al-Hurr leiba diciendo:
– Al-Husain, te recuerdo ante Dios que pienses en tu vida; ya que estoy seguro que serás matado si peleas.
– ¿Crees que puedes atemorizarme con la muerte? -dijo Al-Husain (P)-. ¿Podría sucederte un mayor desastre que matarme? Yo sólo puedo hablarte como el hermano de Al-Awsle dijo a su primo cuando él quiso ayudar al Mensajero de Dios (PBd). Su hermano temía por él y le dijo: “¿A dóndevas? Ciertamente serás matado”, pero él contestó.
“Yo partiré, pues no hay vergüenza en la muerte para un joven, siempre que él intente hacer lo que es correcto y lucho como musulmán, protegiendo a los hombres justos por medio del sacrificio de su vida, y dispersando a los malditos y oponiéndose a los criminales.
Si yo vivo, no lamentaré lo que hice, y si muero, no sufriré. Que sea suficiente para ti vivir humillado y despreciado”.
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Cuando Al-Hurr escuchó eso, se apartó del Imam (P). Él ysus seguidores viajaban de un lado del camino, mientras que Al-Husain (P) viajaba por el otro, hasta que llegaron a‘Udhayb Al-Hiyanat. Al-Husain (P) siguió hacia Qasr Bani Muqatil. Se detuvo allí, y una , gran tienda ya había sidoerigida.
– ¿De quién es eso? -preguntó-.
– Esto pertenece a ‘Ubaydullah ibn Al-Hurr Al-Yu’fi -le di-jeron-.
– Pídanle que venga a verme -dijo él-.
El mensajero fue a verlo y dijo:
– Éste es Al-Husain ibn ‘Ali (P) y te pide que vayas a verlo.
-A Dios pertenecemos y hacia Él regresaremos -dijo ‘Ubaydullah-. Por Dios, acabo de salir de Qufah por temora que Al-Husain (P) entrase a Qufah estando yo allí. Por Dios, yo no quiero verlo ni que él me vea.
El mensajero regresó a Al-Husain (P) y le dio su respuesta. Al-Husain se levantó y fue a ver a ‘Ubaydullah ibn Al-Hurr. Lo saludó y se sentó. Entonces le pidió que fuera con él. ‘Ubayduiláh ibn Al-Hurr repitió lo que había dicho antes y trató de excusarse de hacer lo que le era solicitado.
– Si no vas a ayudamos -le dijo Al-Husain (P)- entonces asegúrate de que no seas uno de los que luchen contra nosotros. Porque, por Dios, nadie que nos oigo gritar y no nos ayude quedará sin ser destruido.
– En cuanto a eso, luchar contra ti, -replicó él- nunca sucederá, si Dios, el Altísimo, quiere.
Entonces, Al-Husain (P) lo dejó y continuó hacia su campamento. Hacia el final de la noche, ordenó a sus jóvenes que consiguieran provisión de agua. Entonces ordenó que el viaje continuara. Partió de Qasr Bani Muqatil.
‘Uqba ibn Sim’an reportó:
Partimos de una vez junto con él, y él se sintió marcado mientras iba montado en su caballo. Él se repuso, y dijo: ‘A Diospertenecernos y hacia Él regresaremos. Alabado sea Dios, Señor de los Mundos’
Él dijo eso tres veces, y entonces su hijo, ‘Ali ibn Al-Husain, se acercó a él y preguntó:
– ¿Por qué estás alabando a Dios y repitiendo el verso deregresar a Él?.
– Hijo mío -contestó él- yo iba cabeceando y un jinete seapareció ante mí, montado en un caballo, y dijo. ‘Los hombres viajan y los destinos viajan hacia ellos’ Entonces supeque se trataba de nuestras almas anunciándonos nuestramuere.
– Padre -preguntó el joven-, ¿te considera malo Dios? ¿Noestamos acaso en lo correcto?.
– Por supuesto que estamos en lo correcto -contestó él- por Aquel a Quien regresarán todos Sus siervos.
– Padre -dijo el joven- entonces no debe importarnos, si vamos a morir correctamente.
– Que Dios te dé la mejor recompensa que un hijo pueda obtener por su comportamiento con su padre -respondió Al-Husain (P)-.
En la mañana, él se detuvo y rezó la oración del amanecer. Luego se apresuró a volver a montar y a continuar su viajecon sus seguidores, virando hada la izquierda con la intención de alejarse de los hombres de Al-Hurr. Sin embargo, Al-Hurr ibn Yazid vino hacia él y les impidió a él y a sus seguidores que siguieran esa dirección, y empezó a ejercer presión para dirigirlos hacia Qufah, pero ellos lo resistieron. Así que dejaron de hacer esto pero los siguieron acompañando de lamisma manera hasta llegar a Ninive, que fue el lugar donde Al-Husain (P) se detuvo.
De repente apareció un jinete sobre un caballo veloz, portando armas y un arco sobre el hombro, que venía de Qufah. Todos se detuvieron y lo miraron. Cuando él los alcanzó, saludó a Al-Hurr y a sus seguidores, pero no saludó a Al-Husain (P) ni a sus acompañantes. Entregó una carta de ‘Ubaydullahibn Ziyad a Al-Hurr. En ella decía lo siguiente:
“Cuando esta carta llegue a ti y mi mensajero te alcance, haz que Al-Husain se detenga. Pero déjalo detenerse solamente en un lugar abierto y sin vegetación. He ordenado a mi mensajero que se quede contigo y no te deje sino hasta que me traiga noticias de tucumplimiento de mis instrucciones. Saludos”.
Cuando Al-Hurr hubo leído la carta, él les dijo:
– Ésta es una carta del gobernador ‘Ubaydullah. Él me haordenado que haga que os detengáis en un lugar que estacarta sugiere. Éste es su mensajero y él le ha ordenado que no me deje sino hasta que yo haya cumplido la orden concerniente a vosotros.
Yazid ibn Ziyad ibn Al-Muhayir Al-Kindi, que estaba con Al-Husain (P), miró al mensajero de Ibn Ziyad y lo reconoció.
– ¡Que tu madre se vea privada de ti! -exclamó-. ¡Mira a loque has venido!.
– Yo obedezco a mi imam (refriéndose Yazid) y permanezco fiel a mi juramento de fidelidad -respondió el hombre-.
– Tú has sido desobediente a tu Señor y has obedecido a tuimam en causar la destrucción de tu alma -respondió Ibn Al-Muhayir-. Has adquirido la vergüenza eterna para ti mismo y el castigo del Fuego del Infierno. ¡Qué malvado Califa el tuyo! Ciertamente Dios ha dicho: «Nosotros los hicimos imames que invitan a las gentes hacia el Fuego del Infierno, y en el Día de la Resurrección ellos no seran ayudados» (2). Tu imam es uno de ésos.
Al-Hurr ibn Yazid empezó a hacer que las gentes se detuvie-ran en un lugar que carecía de agua y donde no había poblados.
¡Qué vergüenza! Déjanos detenemos en ese pueblo o enaquél -dijo Al-Husain (P)-.
Él se refería, al decir ése, a Ninive y Al-Ghadiriyya, y poraquél, a Shufayya.
– Por Dios, no puedo hacer eso -replicó Al-Hurr- ya queeste hombre me fue enviado como espía.
– Hijo del Mensajero de Dios -dijo Zuhayr ibn Al-Qayrn- y osólo puedo pensar que, después de lo que has visto, la situación se volverá peor de lo que ya viste. Luchar contra estas gentes, ahora, será más fácil para nosotros que luchar contra aquellos que vendrán detrás de ellos contra nosotros. Porque, por mi vida, después de ellos vendrán contra nosotros en tal número que no tendremos fuerza para pelear contra ellos.
– Yo no empezaré a pelear contra ellos -contestó Al-Husain(P)-.
Eso fue el jueves 2 de Muharram en el año 61 H (680).
Continua…
Notas:
1- Al-Mufid pasa la narrativa en primera persona de un relato de un testigo ocularcomo es presentado por ibn Al-Kaibi, Cf. At-Tabari, II, 296.
2- Corán, 28:41
Fuente: Abna24