Varios días estuvo en la red cibernética infografías que hablaban de un brutal asesinato de un niño saudí de 7 años de edad. El siniestro habría ocurrido luego que la madre del pequeño haya susurrado el ‘Salawat’ [¡Oh Dios! Bendice a Muhammad y a la familia de Muhammad]. Posteriormente el taxista le preguntó si eran shiítas, ella respondió; sí. Luego de esa confirmación el taxista wahabí estacionó su vehículo cerca de un café, le quito a su hijo a la fuerza y rompió un vidrio, para luego ser usado para degollarlo y martirizarlo.
¿Cuándo se pedirá a Arabia Saudí y al wahabismo que rindan cuentas por su fanatismo y abusos contra los Derechos Humanos?
Al dirigirse a su nación durante un discurso sobre el Estado de la Unión, el presidente Donald Trump afirmó aún más su determinación de abordar el terrorismo y los ideólogos [ y respaldantes] del terrorismo señalando a Irán con un dedo condenatorio y políticamente cargado de rechazo, sin embargo, es Arabia Saudí es quien está presionando sistemáticamente el origen de todos los actos perversos, extremistas y terroristas de nuestra Era.
Si Estados Unidos desea odiar a Irán en virtud de sus opciones políticas e institucionales, yo diría que, de hecho, es una prerrogativa de los Estados Unidos hacerlo, pero entonces seamos honestos acerca de dónde reside la discusión.
La exportación metódica de terrorismo desde el régimen Saudí
Irán no escribió el manual sobre el llamado ‘terrorismo islámico’, Arabia Saudí sí lo hizo, literalmente si consideramos que desde mediados de los años setenta el régimen monárquico de los Saud ha gastado miles de millones de dólares al año en promover su visión dogmática y distorsionada de lo que ellos llaman islámica, que en realidad es el ‘wahabismo’, imprimiendo miles de páginas de sectarismo y realizando grandes convocatorias de genocidio en nuestras instituciones académicas y en otras plataformas religiosas como; mezquitas, centros islámicos, organizaciones benéficas, etc.
Un informe de la Sociedad Henry Jackson en el año 2017 estableció que “Arabia Saudí, desde la década de 1960, patrocinó un esfuerzo multimillonario para exportar el wahabismo a todo el mundo islámico, incluso a comunidades musulmanas en Occidente... “En el Reino Unido, esta financiación ha tomado principalmente la forma de donaciones a mezquitas e instituciones educativas islámicas, que a su vez han acogido a predicadores extremistas y la distribución de su literatura extremista”.
Además, ha agregado que: “La influencia también se ha ejercido a través de la capacitación de [supuestos] líderes religiosos musulmanes británicos en Arabia Saudí, así como el uso de libros de texto saudíes en varias escuelas islámicas independientes del Reino Unido”.
Como Hasan Minhaj , el ahora famoso comediante de a pie, lo expresó con tanta elocuencia durante su show, Patriot Act, “Arabia Saudí es básicamente el gerente de la banda musical de chicos del 9/11. No escribieron las canciones, pero ayudaron a juntar al grupo”.
Yo diría que, en virtud de su fe, el wahabismo, Arabia Saudí definitivamente ayudó también a componer las sinfonías. Los militantes del terrorismo están luchando fervientemente contra sus enemigos designados; eso sería todos nosotros, por cierto.
En el wahabismo existe el rechazo a los “otros” proverbiales, aquellos que ellos denominan infieles que sienten el deber de aniquilar para profesar mejor su devoción al Todopoderoso.
Me atrevería a decir suavemente que el wahabismo es una prueba de que su propia evolución perdió algunas mutaciones genéticas ‘malignas’ en el camino. El wahabismo pertenece a las páginas más oscuras de nuestra historia, junto con la Inquisición española y las Cruzadas.
Nuestro silencio colectivo y la falta de voluntad de nuestros funcionarios estatales para articular claramente los peligros que plantea la cosmovisión extremista y de terrorismo de Estado vigente el régimen Saudí, que ha ido envalentonando a sus fanáticos en la medida en que ahora se sienten obligados a cometer actos de genocidio religioso a simple y a vista de todo el mundo.
El brutal asesinato de un niño de 7 años a manos del wahabismo
Un niño de siete años fue brutalmente degollado y decapitado en Medina la semana del 27 de enero, simplemente porque era un musulmán shiíta [una escuela de pensamiento dentro del Islam que Arabia Saudí ha calificado pertenecer a ella como un acto de apostasía, un crimen digno de muerte].
Zakaryia Bader Al Yabir; fotografia cortesía de la familia Al Yabir.
En las calles del reino saudí, más específicamente en la Ciudad Santa de Medina, un taxista se percató que un niño de siete años llamado Zakaryia Bader Al Yabir y su madre eran shiítas, calificando y clasificándolos inmediatamente como infieles, bajo el adoctrinamiento grosero e inhumano del wahabismo; el taxista procedió a degollar y martirizar al niño. Los testigos de los crímenes recordaron cómo el hombre rompió la ventanilla de su automóvil antes de agarrar al niño por la parte de atrás de su camisa para luego conducir fragmentos de vidrio a través de su cuello en un intento de decapitación.
Si no fuera por los gritos de indignación de los activistas por los Derechos Humanos en las redes sociales, que piden que se rompa el silencio de los medios, es poco probable que alguno de nosotros habría oído hablar de un crimen tan abominable.
Un apologista de los medios de comunicación saudíes calificó al taxista de loco, pero el problema no es una enfermedad mental, sino más bien una de radicalización wahabí hiperactiva y sin trabas. Arabia Saudí se ha convertido en un frenesí religioso y sus leales súbditos exigen que se derrame sangre para aliviar su sed de justicia divina.
Zakaryia no es más que una víctima entre muchas. A decir verdad, Arabia Saudí ha estado en guerra con sus minorías religiosas durante décadas, si no siglos.
El sistema educativo de Arabia Saudí alienta a los niños a odiar a todos los no wahabíes, sobre todo a los musulmanes shiítas.
El desdén del wahabismo, la denigración y el rechazo de los demás
En un estudio publicado por el Instituto de Asuntos del Golfo, Bayan Perazzo escribe: “El desprecio general hacia los shiítas en el reino [Saudí] no es en absoluto un fenómeno oculto. “Las publicaciones religiosas bajo el régimen, los materiales escolares y muchos de los clérigos sistema Saudí son muy francos acerca de su desdén hacia los shiítas”.
En un informe condenatorio contra el reino emitido en el año 2017, Human Rights Watch criticó a Riad por su denigración sistemática hacia el Islam shiíta por parte de su clero y la elite gobernante, e hizo hincapié en que tales acciones no solo eran discriminatorias, sino también hacen apología al odio.
Nota: “Los clérigos religiosos del régimen a menudo se refieren a los shiítas mediante el uso de términos despectivos como rafidha o rawafidhi, que significa “los que rechazan [el Islam ortodoxo]”, estigmatizando sus creencias y prácticas.
También han condenado cualquier tipo de contacto entre sunnitas y shiítas, así como los matrimonios mixtos. Un miembro actual del Consejo de Altos Eruditos Religiosos de Arabia Saudí, el cuerpo religioso más alto del país, respondió en una reunión pública a una pregunta sobre los musulmanes shiítas afirmando que “no son nuestros hermanos [...], más bien son hermanos de Satanás [...]”.
¿Cuánto más estamos dispuestos a tolerar de nuestro llamado aliado estratégico [de occidente]? ¡Un niño muerto no es parte de una mentira!
Para él no habrá indignación generalizada ni se ofrecerán palabras de consuelo a su familia afligida, ya que en el reino llamar a otra fe es renunciar al derecho de respirar libremente. Sobre esas verdades, nuestros funcionarios [de naciones occidentales] rara vez han comentado. Y, de hecho, ¿Cómo se justificará el brutal asesinato de inocentes?, o ¿Acaso es lo que llamamos pensamiento estratégico en estos días?
Source: CitizenTruth.org